Que los mitos, leyendas, relatos e historias se han entremezclado con el pasar de los años y con el cruce de civilizaciones y culturas, es un hecho. Pero, a veces, ubicamos narraciones en lugares imaginarios cuando en verdad estaban inspiradas en lugares reales, pero estamos buscando en sitios erróneos.

Si os hablo de paisajes verdes, meteorología cambiante y no muy buena, vientos fríos, remolinos… ¿se os antoja el Mediterráneo o más bien el Atlántico Norte? Pues esta es la climatología que nos describe Homero en su Odisea y es uno de los puntos en los que se agarró Felice Vinci en su obra Omero nel Báltico.

También la geografía y los nombres de los lugares concuerdan más con el norte de las islas británicas y lo que fue la tierra vikinga que con las costas griegas, italianas y demás. Así Troya sería la finlandesa Toija, Tebas, la sueca Täby; Micenas, Copenhague; Ítaca, la isla danesa de Lyø, o el dolmen de Klokkesten sería la Piedra del Cuervo que cita La Odisea. Y podríamos seguir varios párrafos, como el gran remolino que encuentran, que son habituales y famosos en esas latitudes nórdicas.

El libro también cita nombres de civilizaciones, dioses, historias… Naturalmente toda la ciencia ortodoxa se le lanzó a la yugular, pero no deja de ser curioso. ¿Será verdad? Quien sabe… Pero invita a reflexionar.
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