Todos sabemos que la imbecilidad humana puede llegar a cotas insospechadas, solo tenemos que esforzarnos un poco. Pero hay veces en que esta chispa salta sin que nos demos cuenta y conseguimos pasar a la historia con un ¡Olé! a pleno pulmón de los que escuchan nuestro relato. En este caso, una chispa que lleva 50 años ardiendo y que nadie sabe cuándo se apagará.
Corría 1971, un equipo de ingenieros y geólogos rusos estaban haciendo prospecciones en el desierto de Karakum, en el actual Turkmenistán, cuando perforaron sin querer una caverna llena de gas. El suelo se desplomó bajo sus pies, llevándose hacia el fondo maquinaria y equipo y dejando un cráter de 69 metros de diámetro y 30 metros de profundidad.
Hasta este punto, son cosas que pueden pasar… No deberían, pero pueden pasar. A partir de aquí llega la genialidad humana: bajar allí era peligroso, ya que seguía saliendo gas, así que para recuperar el equipo uno de los trabajadores (se supone que con el título universitario bajo el brazo y la toga de doctor de la antigua Unión Soviética), decidió prenderle fuego para quemar todo el gas y que fuese seguro bajar. ¡Olé!
Esto pasó en 1971, hoy, el día en que estas líneas toman forma, estamos en el tórrido mes de julio de 2019, y el cráter sigue quemando. Nadie sabe cuándo parará de arder, ya que Turkmenistán alberga una de las mayores reservas de gas natural del mundo. Eso sí, el inútil motivado consiguió poner en las guías turísticas el desierto de Karakum construyendo la conocida Puerta del Infierno, uno de los reclamos turísticos del país y de la Ruta de la Seda.
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